Colocamos en la jarra, el azúcar y las frutas bien lavadas y cortadas en trozos, agregamos una parte del vino y presionamos un poco con la cuchara de madera mientras revolvemos, para permitir que la fruta desprenda un poco de su jugo. completamos la jarra con el vino blanco. Revolvemos para que el azúcar no quede en el fondo. Reservamos en la heladera y podemos agregar unos cubitos de hielo a la hora de servirlo. Es conveniente prepararlo unos 30 minutos antes de servirlo (sin el hielo) para que consoliden los sabores.
También podemos prepararlo directamente con hielo sin dejarlo en la heladera, si no tenemos tiempo o espacio en la misma.
Esta receta es una versión bien básica y una receta fácil para preparar el famoso
nació cuando el Imperio Romano se apoderó de Francia y de Gran Bretaña, territorio que hasta entonces dominaban los celtas. Este pueblo tenía la costumbre de festejar fin de año el 31 de octubre dedicando esa última noche al samhain o caballero de la muerte. Como los romanos solían adoptar a los dioses de quienes conquistaban, hicieron eco de esta celebración. Pero casualmente, para esa misma fecha, ellos rendían homenaje a la diosa de los árboles frutales. El resultado de tal superposición de ritos fue una festividad que, fusionando elementos de ambas culturas, se celebraba bebiendo una suerte de cóctel, una mezcla de frutas que hechizaba la mente hasta dejarla como si fuera poseída por el espíritu inquieto de algún espectro.
Actualmente el Clericó es una combinación entre las más sabrosas y exquisitas frutas de estación junto con los mejores vinos blancos.
Es una bebida tradicional en muchos países de Latinoamérica y se usa en todo tipo de fiestas.
Existen numerosas versiones y recetas de Clericó, pero todas tienen la misma base: frutas, azúcar y vino.
Para prepararlo, lo primero que debemos hacer es elegir la fruta: pueden ser manzanas, bananas, naranjas, duraznos, y si queremos podemos añadir uvas, cerezas, frutillas, melón, kiwi, ananá, etc.
Una vez elegidas las frutas, las pelamos y cortamos en cubos, tratando que todos sean más o menos del mismo tamaño.
Lo tradicional es utilizar frutas naturales, pero en estos tiempos donde el tiempo vale mucho, podemos abrir algunas latas de durazno o ananá en almíbar para aplicar estas frutas en nuestro Clericó.
El vino más común para esta preparación es el blanco dulce.
Cuando la fruta ya está cortada, la colocamos en una jarra grande, un bol o cualquier recipiente apropiado para tal fin. Luego, le incorporamos azúcar a gusto (lo ideal es no sumarle azúcar, ya que la fruta aporta la cuota suficiente) y presionamos un poco con la cuchara de madera mientras revolvemos, para permitir que la fruta desprenda un poco de su jugo.
Posteriormente, incorporamos el vino elegido y removemos despacio.
Para darle un sabor especial podemos añadirle una copita o dos de algún licor, o podemos agregar alguna bebida como el Cointreau o el
Grand Marnier, o alguno aguardiente que le agregue un poco de graduación alcohólica, como el ron o vodka. También se pueden mezclar ambos, o añadir unas hojas de menta o un chorrito de Tía María, como siempre todo dependerá de probar y quedarse con la opción mas sabrosa para cada paladar.
Para que la preparación quede mas suave, se puede reemplazar un poco de vino con jugo de naranja o soda.
Finalmente, colocamos la preparación en la heladera y servimos bien frío, removiendo previamente para que la fruta sedimentada se mezcle bien. Si no tenemos tiempo de llevarlo a la heladera o refrigerador, añadiremos cubos de hielo para que se enfríe rápidamente.
Existen tantas recetas de Clericó, como anfitriones que lo prepararan. Lo fundamental es tener en cuenta su base: el Clericó siempre tendrá frutas, azúcar y vino. La cantidad y variedad será a gusto del consumidor.