Los primeros homínidos que comenzaron a caminar erguidos deambulaban en busca de comida. Frutos, semillas, tubérculos, peces o animales estaban en su dieta. Y cuando las condiciones del territorio o cuando las especias animales migraban las seguían y hacían con ellas el recorrido. Es lo que conocemos como la época del cazador-recolector, algo que continúan haciendo el resto de primates y algunas tribus actuales. Y si es así para estas especies, ¿por qué el ser humano decidió quedarse en un sitio concreto y plantar una serie de especies vegetales y domesticar a otras animales? Fue un hecho fortuito, el descubrimiento que marcó al ser humano para siempre. Un día dejó a la intemperie un recipiente con granos de cebada. Se mojó, germinó, se calentó, se volvió a mojar y cuando un individuo recordó que allí estaba el recipiente de grano vio que aquello se había convertido en una sopa de mal aspecto. Pero antes de tirarla tuvo la genial idea de probar el brebaje. Y ¡ostras! aquello tenía chispa, le nublaba el cerebro y le ponía contento. Compartió la novedad con sus colegas y a todos les gustó. Cuando se acabó se las ingeniaron para volver a repetir la experiencia. Después de varios intentos consiguieron el objetivo. Habían inventado la cerveza. Pero claro, para tener una producción más o menos constante de ese preciado líquido tenían que estar siempre cerca de la cebada. Y así es como empezaron a cultivarla. Fueron los primeros agricultores.
Cuando se extendió la noticia todos querían cultivar cebada para hacer cerveza. Las familias se juntaron en grandes aglomeraciones que llamaron ciudades. Se tuvieron que hacer leyes para facilitar la convivencia, pero antes funcionarios para hacer las leyes y jueces para hacerlas cumplir. La escritura nació para esta finalidad. Con tanta producción de cebada y la consiguiente cerveza, el incipiente Estado tuvo que crear las matemáticas para controlarlo todo y poder cobrar los correspondientes impuestos. Y para todo eso hicieron falta más funcionarios. Escribas, contables, vigilantes, pero también transportistas que tuvieron que inventar la rueda para poder llevar los millones de toneladas de grano y cerveza. Los alfareros no daban abasto para hacer tinajas en donde meter el grano. La primera civilización cervecera era la envidia de las vecinas. Eso llevó a las guerras por el dominio de su elaboración. Las armas evolucionaron. Los imperios crecieron. Babilonia, Mesopotamia, Persia, Egipto.
Si alguna de estas civilizaciones llegó al sumun fue la egipcia. Duró más milenios que las otras y todo gracias a saber aprovechar las ventajas de la cerveza. Se han descubierto tinajas de la época faraónica con restos de cerveza. Y para asombro de los historiadores contenían antibióticos que también habían sido descubiertos en restos de momias. Cuando, siguiendo los pasos de la receta de cerveza que aparecían en los jeroglíficos se volvió a elaborar, se dieron cuenta que contenía un potente antibiótico. De todas formas ya sabían que los egipcios tomaban cerveza como medicina y ahora descubrieron el porqué. Pero además gracias a la cerveza se pudieron construir las pirámides. Aún no lo he comentado, pero la cerveza antigua era mucho más densa que la que conocemos nosotros. Era un alimento completo que los faraones utilizaban para pagar a sus trabajadores. Al contrario de lo que piensa la mayoría, en la construcción de las pirámides no se utilizaron esclavos. Eran los mismos agricultores que en las épocas de paro en los cultivos eran llamados por el Faraón. A cambio recibían dos jarras de cerveza diaria. Otra vez la cerveza fue la clave.
Tras estos tiempos de esplendor, cayó en el olvido. Tanto griegos como romanos eran más dados al vino. Los pueblos del norte, los bárbaros, fueron los que mantuvieron el gusto por la cerveza. Pero esto ya es otra historia.
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