¿Será la resaca el nuevo precio de la adultez millennial? Imagínate… un domingo perfecto. Es hora del brunch, los rayos de sol entran suavemente y hay mimosas de fresa y naranja listas para ti. Suena idílico, ¿verdad? Pero justo cuando crees que todo va bien... llega el lunes, y con él, una resaca mental y económica.
Los millennials han convertido el acto de beber en una especie de deporte extremo: intenso, competitivo, social. Pero, ¿por qué esta familia generacional parece estar pagando el “precio” de ser adultos con una resaca constante?
Millennials: la generación que más bebe… o eso creíamos
Varias publicaciones afirman que los millennials son “la generación que más consume alcohol per cápita en la historia”, con un gasto anual estimado en $23.4 mil millones, muy por delante de la generación Z. Aunque la fuente original es difícil de rastrear (muchas aparece en redes sociales), otros datos sí respaldan que los millennials (29–44 años) siguen liderando en porcentaje de consumo: el 55 % de ellos reporta haber bebido alcohol, la cifra más alta entre generaciones
Pero... ¿la realidad está cambiando?
Lo interesante es que, según datos muy recientes—2025—, el consumo de alcohol entre jóvenes está cayendo. Un sondeo de Gallup reporta que solo el 54 % de los adultos en EE.UU. consumen alcohol, una caída histórica. Entre millennials y gen Z, el consumo bajó al 50 %, una disminución notable desde principios de los 2000.
Además, expertos explican que las redes sociales y el miedo a quedar en evidencia tras una noche de descontrol están empujando a muchos hacia una vida más consciente. Además, los millennials están adoptando cada vez más opciones sin alcohol o de baja graduación según tendencias globales.
¿Qué hay detrás del por qué beben los millennials?
El fenómeno tiene varias capas:
Escapar del estrés. Entre deudas, incertidumbre laboral y demoras en logros como comprar casa o tener hijos, salir de fiesta es una forma colectiva de fuga al dolor cotidiano.
Cultura líquida e Instagram. Las brunchs con mimosas, los vodkas en termos en bodas y los craft cocktails se comparten, se buscan, se persiguen. Beber es performance para la red.
Artesanía que enamora. Las cervezas artesanales y los cocteles de autor transformaron el consumo en experiencia, valorada y aspiracional.
Ritual social y escape emocional. No es solo el alcohol: es el “momento”, la comunidad y el alivio inmediato.
Reflexión y salud mental. Hoy, muchos practican la mentalidad “sober‑curious”: cuestionan cuándo, cómo y si quieren beber, preferentemente por su bienestar físico y emocional.
La bebida como deporte competitivo (y costoso)
Millennials no compiten corriendo, sino en “quién consigue el brunch más cool”, “el vodka más original en un entorno tradicional”... y todo para la foto, claro. Eso lleva a una mezcla de presión social, gasto económico, cultura de consumo y deseo de pertenencia. Pero el costo real es físico (resaca), emocional (culpa o vacío) y financiero (un brunch + vodka puede implicar una factura considerable que el cuerpo o el bolsillo no agradecen).
¿Y ahora? Un cambio más sensato
El panorama está mutando. El año pasado la industria del vino informó un fuerte descenso en el consumo entre millennials y Gen Z, citando preocupaciones por salud, precio y disponibilidad de alternativas como mocktails o bebidas sin alcohol. Más aún, millennials han comenzado a reemplazar algunas bebidas alcohólicas por versiones sin alcohol—como cocteles “no‑booze”—o alternar entre uno y otro.
Este movimiento no significa un fin total al alcohol, pero sí una transición hacia un consumo más consciente, selectivo y flexible. Parte de la industria ya reacciona: marcas están lanzando productos sin alcohol (como Seedlip) o sin los efectos perjudiciales del alcohol.
Conclusión
Los millennials han convertido el beber en un acto colectivo, consciente, ritualizado, pero también estresado, exhibido y atado al precio de la adultez: la resaca, literal y figurativa. Sin embargo, justo en ese momento de mayor intensidad, muchos empiezan a repensar las reglas del juego. Baile, ritual, ceremonia—pero con opciones más sanas. ¿Será que la resaca ya no es inevitable, sino obsoleta?
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